domingo, 18 de julio de 2010

"¡Mira tu DNI, paleto!"

Pone “Válido hasta 2020”, ¿significa eso que tendremos la independencia para entonces?



Luego de tres posts introductorios en los que, en realidad, básicamente no he dicho gran cosa, ya viene siendo hora de argumentar algo, ni que sea pretenderlo.



He leído ya repetidas veces el maravilloso “argumento” que da título a esta entrada (sustitúyase “paleto” por algo más grueso et voilà): el DNI como máximo representante de la identidad nacional de su titular. Realmente no hay mucho que decir, puesto que es fácil rebatir que un pedacito de plástico no puede definir lo que somos. ¿Pero qué somos?



Lo que forja nuestra identidad se basa, una vez más, en sentimientos. Sentimientos de clan, de pertenencia al grupo, mecanismo psicológico que no creo que sea mucho exagerar atribuir ya a los primeros humanos primitivos, recogidos alrededor de una hoguera. Gracias a esta hoguera integradora se crearán los primeros mitos, perpetuados tradición oral mediante y vehiculadores del sentido de grupo y pertenencia. Este sentimiento se puede refinar con pinceladas históricas, culturales, idiomáticas y si se quiere un largo etcétera. A pesar de todo, sigue siendo un sentimiento, tan etéreo e intangible como cualquier otro y a la par irracional e incluso algo injustificable (que, como intentaré exponer en futuros posts, en nuestro caso creo que goza de algunas justificaciones algo racionales).



Un sentimiento se puede compartir o no, pero es indudable que no se puede negar. En una escuela un alumno puede detestar a un compañero, puede hacerle la puñeta, patearlo, morderlo, hacerle bullying o meársele encima y aunque nos parezca una actitud muy reprobable y por mucho que tengamos que reconducir dicha situación, a nadie se le ocurrirá negar ese sentimiento.



Ahora en positivo y aún más claro. Si nos dirigimos a un hincha, por ejemplo, del Atlético de Madrid, e intentamos convencerle de que no vale la pena dar apoyo a su equipo, que el Real Madrid tiene un mayor historial de logros y triunfos, un palmarés apabullantemente más surtido y que por tanto es objetivamente mejor equipo, estaremos de acuerdo que es tiempo perdido y lo mínimo que podemos esperar es una pedrada, ni que sea dialéctica. Aunque efectivamente el Real Madrid sea mejor equipo a tenor de sus vitrinas, no sólo los sentimientos que vive el aficionado colchonero existirán independientemente de los méritos madridistas, sino que el propio Atlético de Madrid seguirá existiendo. De forma que reducir la nación catalana a una simple “idea respetable”, como graciosamente ha concedido el TC, es igualmente absurdo.



Negar el sentimiento identitario de nacionalidad, pues, no tiene el más mínimo sentido. Se puede corregir a alguien que afirme que la distancia de la Tierra al Sol es de quinientos millones de quilómetros en lugar de los ciento cincuenta que realmente hay, pero no tiene ninguna base negar un sentimiento de catalanidad, porque a la postre lo único que se acaba esgrimiendo son argumentos jurídicos; y las leyes y los statu quo, por más Constitución que sean, vienen y van. Que se lo digan sino al Imperio Romano. Aunque es cierto que las leyes son la base de la civilización, conviene recordar que están al servicio de los ciudadanos. De éstos emanan y a éstos sirven. Del mismo modo que no se impone ser de un equipo de fútbol, tampoco una constitución, y ni mucho menos una interpretación particular de ésta, tendrá jamás el poder ni la autoridad de dictarnos lo que somos.



Albert

No hay comentarios:

Publicar un comentario