domingo, 7 de noviembre de 2010

Hundiendo a Catalunya

a golpe de bonos basura


Bueno, basura lo que se dice basura no lo son exactamente, al menos para quienes se han apresurado a su oficina habitual para suscribirlos. No dudo que dentro de poco más de un año la Generalitat pagará hasta el última céntimo de la deuda contraída, aunque sea a costa de vender más papel (que ya me veo emitiendo bonos para pagar bonos), los cuales dicho sea de paso no son para realizar grandes infraestructuras o acometer reformas y planes serios para salir de ésta, sino para pagar nóminas y evitar la lógica rebelión de los asalariados públicos. Desde luego, pues, serán basura para la ya suficientemente maltrecha economía catalana.


Siempre que me defendían a Solbes o a Castells por su supuesto “prestigio” me indignaba, incluso cuando las cosas parecían ir bien. Un señor que niegue la evidencia que se masca la tragedia (como hizo reiteradamente el ministro Pedro Solbes, siguiendo las directrices de un remozado “España va bien” aznariano, ahora con la sonrisa de ZP) en un momento en que el más tonto ya se veía las barbas remojadas y cortadas al cero, o es un solemne incompetente (luego de prestigio ni una pizca) o es un delincuente de estado. Sí, aunque suene a calificativo interecónomo, porque jugar con tamaña frivolidad, estulticia y falta total de sentido ya ni de estado sino de la más simple realidad de las cosas sólo merece una dimisión irrevocable o cárcel por atentado a la economía pública y al bolsillo ajeno. Aunque en un país como este de mandarines mequetrefes (con perdón de los chinos), las dimisiones, a la par que las dignidades, más bien escasean.


Castells en la misma senda. Ni prestigio ni leches: la única salida digna que tenía era la dimisión, que no se le ha presentado en pocas ocasiones. Nada de nada, lo máximo que tenemos ha sido el amago patético de Ernest Maragall, que quedó en un tirón de orejas de Montilla y una rectificación que me produjo vergüenza ajena, y más aún siendo el Conseller una persona que ya rebasa la edad de jubilación (¿para qué seguir, señor Ernest? ¿No ha cotizado suficientes años para la jubilación?). Luego Castells tozudo, don erre que erre, situando su “prestigio” al lado de los bonos emitidos, en la más ponzoñosa basura.


¿Por qué tanta rabia contra los famosos bonos? Un primer argumento a bote pronto es la de millones que se han gastado simplemente en promoverlos: en televisión y en periódicos (¡días y días, a toda página impar y en color!). ¿Era necesario? ¿Anunciarlo en el Telenotícies y que lo publicasen los diferentes medios como noticia no tenía el suficiente eco? En segundo lugar, por su precio exorbitado. No es el 4,75% famoso (casi un 3% más que los bonos del estado español), que podía haberse quedado en un 3 o 3,5% y del mismo modo los hubiesen colocado todos tan ricamante, sino el flagrante 3% que se llevan la cajas intermediarias. Un 3%... ¡por no hacer absolutamente nada! Colocar un producto que se vende solo. Lógicamente, este 3% es para compensar la fuerte competencia que les suponen los bonos, a años luz de la rentabilidad media de cualquier depósito. Cuantiosa compensación, exagerada, tremenda, abusiva, a 7,75% sale la broma. Vamos a rebentarlo todo. Ni huida adelante ni historias, pasemos directamente al suicidio colectivo. ¿Dónde está la cicuta? Felicidades, han escenificado más vivamente y con mayor nitidez que los pastorets de Corbera la metáfora del “por lo que me queda dentro…”.


Hoy mismo en el suplemento “Dinero” de La Vanguardia lo analizan varios expertos. Todos coinciden en que los dichosos bonos llegan tarde, resultan excesivamente caros y encima se hubiesen podido colocar mejor (directamente a través de internet o mediante subhasta, procedimiento mucho menos costoso y habitual en el Tesoro Público español). Ante tanta incompetencia y mal hacer, realmente sólo nos queda lo siguiente. En primer lugar, compadecernos de Mas. ¡Pobre Artur, el marronazo que te encontrarás cuando accedas a la presidencia! ¡La de medidas impopulares y malabarismos varios que tendrás que hacer para no tener que cerrar definitivamente la barraca! En segundo, malpensar. ¿Hay intereses ocultos? ¿Presiones de entidades bancarias? ¿Deudas de favores? Porque digo yo que con tanto asesor, tanto secretario y tantos informes imbéciles repletos de faltas a doce mil euritos la pieza, alguien con cerebro habrá en la Conselleria d’Economia. ¿De veras que a nadie se le ocurrieron las alternativas que exponen varias firmas en el suplemento de La Vanguardia de hoy del que he hablado? Hacer las cosas tan MAL sólo puede dar que malpensar o finalmente, tercera posibilidad, confirmar una vez más la completa inoperancia, incompetencia y masiva incapacidad del gobierno que nos ha tocado sufrir durante siete años. Luego dirán que toda la culpa es de Pujol.


Albert