domingo, 10 de octubre de 2010

El triunfo de la dignidad

o David contra Goliat


Es seguramente un título rimbombante y algo exagerado, pero así lo veo. Las noticias que llegan de Madrid no siempre tienen porqué ser malas, incluso si provienen del PSOE. El triunfo en las primarias del Partido Socialista de Madrid (ni ajustado ni holgado) por parte de Tomás Gómez bien merece un inicio así.


No es sólo la justicia en el hecho que gane el candidato que más ha trabajado en el terreno, que lleva años metido en el día a día la poítica de la Comunidad de Madrid y que además tiene el honor de haber sido el alcalde más votado de España (de municipios de más de 50.000 habitantes, obteniendo en Parla un abrumador 75,35% del sufragio), sino sobretodo el gusto del solemne bofetón (supongo que involuntario, pero él se lo buscó) a Zapatero. Parece que esta satisfacción es compartida por no pocos españoles, lo cual no sorprende a tenor de la pésima imagen que el electorado tiene de su presidente y aún así, no deja de ser paradójico que un presidente que se coló en la Moncloa prácticamente de casualidad y que fue alivio en aquel momento de muchos, acabe su singladura al frente del estado con tanta gente que “le tiene ganas”.


Por más justificaciones que se hayan apresurado a dar, por más “ejercicio de la democracia interna” que quieran presumir, por más caras sonrientes que ponga Trinidad Jiménez y por más que Zapatero niegue como de costumbre la realidad evidente, muchos analistas coinciden en situar al presidente del gobierno “al borde del abismo”. Ahí están también el presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, insinuando si convendrían cambios de sillas y más contundente el siempre locuaz Alfonso Guerra, las declaraciones del cuál ZP dijo “respetar” aunque desde luego mucha gracia no le harían.


Y sí: en el momento en que dentro de tu propio partido, un partido donde la maquinaria interna lo es todo, donde se ejerce la fuerza, en ocasiones descaradamente bruta y salvaje (que se lo cuenten a Maragall), un revés de este tipo no puede ser más que un presagio. Sorprende mucho que después de incontables desaguisados de mayor o menor calado, un presidente tan manifiestamente incompetente siga al cargo. Y no hablo de mociones de censura ni mayorías parlamentarias (éstas siempre pueden negociarse a cambio de unos cuantos o unos muchos millones, para eso está el PNV), sino de movimientos internos en el partido. Por eso se intuye la fuerza de Zapatero, la tremenda y aplastante maquinaria de que debe gozar dentro del PSOE. Pero aunque (como él mismo manifestó en una ocasión) confíe ciegamente en la suerte que dice haber tenido siempre, todas las buenas rachas, si no se sustentan en algo más sólido, terminan por acabarse, en el póker, en política y en la vida. Lo único que queda por ver es si ese final será, y así me gustaría aunque sólo fuera por gozar de una más de las muchas ironías que a veces nos regala la vida, en unas primarias donde el propio presidente sea uno de los púgiles.


Albert

No hay comentarios:

Publicar un comentario